domingo, 30 de junio de 2013

Creo que puedo!! Estoy segura que puedo!!

Una pequeña locomotora de vapor debía arrastrar un largo tren.
Andaba muy bien hasta que llegó a una empinada colina. Entonces, por mucho que se esforzaba, no lograba mover el largo tren.

Tiró y tiró. Sopló y resopló. Retrocedió y avanzó. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!
Pero era inútil. Los vagones no subían por la colina.
Al final la locomotora dejó el tren y echó a andar sola por las vías. ¿Creéis que había dejado de trabajar? ¡Claro que no! Iba en busca de ayuda.
“Sin duda encontraré a alguien que me ayude”, pensaba.

La pequeña locomotora cruzó la colina y continuó la marcha. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!
Pronto vio una gran locomotora de vapor que se encontraba en un  tramo lateral. Parecía muy grande y fuerte. Pasando al lado, la pequeña locomotora dijo:
-¿Me ayudarías a traer mi tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y pesado que no puedo subirlo.
La locomotora grande miró a la locomotora pequeña.
-¿No ves que he terminado mi día de trabajo? –dijo-. Me han fregado y lustrado para mi próximo viaje. No, no puedo ayudarte.
La pequeña locomotora lo lamentó, pero continuó su camino. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!

Pronto llegó adonde otra locomotora grande descansaba en un tramo lateral. Soplaba y resoplaba, como si estuviera cansada.
“Ella podrá ayudarme”, pensó la pequeña locomotora. Se le acercó y preguntó:
-¿Me ayudarías a traer ni tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y pesado que no puedo subirlo.
La segunda locomotora respondió:
-Acabo de llegar de un viaje muy largo. ¿No ves que estoy muy cansada? ¿No puedes conseguir otra máquina que te ayude?
-Lo intentaré –dijo la pequeña locomotora, y reanudó la marcha. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!

Al rato se encontró con una locomotora pequeña, igual que ella. Se le acercó y dijo:
-¿Me ayudarías a traer mi tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y pesado que no puedo subirlo.
-Claro que sí –dijo la locomotora pequeña-. Me alegrará ayudarte, si puedo.
Así las pequeñas locomotoras regresaron a donde estaba el tren. Una locomotora se puso a la cabeza del tren, y la otra a la cola.
Resoplaron, chirriaron, y al final arrancaron.
Poco a poco los coches se pusieron en movimiento. Poco a poco subieron la empinada colina. Mientras subían, las dos locomotoras se pusieron a cantar:
-¡Creo-que-puedo! ¡Estoy segura de que puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Estoy segura de que puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Estoy segura de que puedo! ¡Creo-que-puedo!¡Estoy segura de que puedo! ¡Creo-que-puedo! 
¡Y pudieron! Muy pronto habían subido la colina y bajaban por la otra ladera. Ahora estaban de nuevo en la llanura, y la pequeña locomotora podía arrastrar el tren sin ayuda. Así que agradeció a la otra locomotora su ayuda y se despidió.
Y mientras continuaba alegremente su camino, canturreaba:
-¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía!


De William J. Bennett

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